domingo, 2 de marzo de 2014

Escucho el suave golpeteo de la lluvia en el antepecho de la ventada de mi cuarto. Tu presencia llega a mi mente de nuevo con un fresco recuerdo. Me paro de la silla y corro hacia el armario buscando tus recuerdos en el rincón más íntimo de mi clóset, allí extiendo mi mano y toco suavemente -a ciegas- aquel viejo escondite donde guardo mis pensamientos, hasta dar con esa caja llena de personas del pasado.

Me dirijo por inercia a la terraza, la lluvia aumenta, cae ya con estruendo sobre mi Manizales del alma, corro de nuevo y las babuchas que heredé de mi abuelo se resbalan de mis fríos pies, caigo, no es la primera vez; me levanto al son de un trueno, impulsado por el ruido del ya torrencial aguacero, me detengo, tomo aire y suspiro con la fugaz imagen de tu mirada en mi mente.

Me acerco lentamente a la ventana, la abro para escuchar la lluvia, hacerla un poco más cercana, buscando en ella tu voz hoy lejana. Tomo la cajetilla gentilmente pensando en tocar tus blancas manos suavemente; saco un cigarro que juguetea en mi mano como tus dedos esa noche, lo enciendo, de inmediato veo como el rojo fuego del tabaco complementa la escena, simula ser la punta de tus dedos y el rubor de tus mejillas.

La música se vuelve lluvia y tus labios un filtro. Aspiro lentamente el aroma queriendo nunca terminar, me pica suavemente la lengua, evoco esa noche. Siento la nicotina entrando en mi sangre, me mareo, hace tanto tiempo que no disfrutaba una noche de "lluvia", te miro y sonrío, mis pies se pegan al suelo, se hacen pesados, mis manos aprietan tu cintura, no te quieren soltar, no te quiero soltar. Saboreo hasta el último suspiro y con la ventana medio abierta me fumo en mi mente tu retrato.

La lluvia cesa, mi pulso se normaliza, y yo solo pienso en volver a ver tu sonrisa.
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