en un mundo en que los hombres han olvidado tu infinita belleza,
donde tu presencia y amor hacen solo maravillas,
y cuando el brillo de la esmeralda y el aroma del lirio nos recuerdan de tu nobleza.
A ti, Celestial Princesa, Virgen Sagrada y Madre mía
hoy me entrego noche y día a tu custodia divina,
sin temores ni agonías te esperaba y no dormía
por que en tu hermosura espero la eterna vida.
Como torre de marfil me sostienes en tus puras manos,
cuando caigo me levantas y consuelas con inefable ternura,
y siento un profundo recogimiento que crece con los años,
solo espero que cuando muera te ame con locura.
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