martes, 10 de mayo de 2011

Mi corazón se mueve cómo las olas de un océano sin orillas,
en un mundo en que los hombres han olvidado tu infinita belleza,
donde tu presencia y amor hacen solo maravillas,
y cuando el brillo de la esmeralda y el aroma del lirio nos recuerdan de tu nobleza.

A ti, Celestial Princesa, Virgen Sagrada y Madre mía
hoy me entrego noche y día a tu custodia divina,
sin temores ni agonías te esperaba y no dormía
por que en tu hermosura espero la eterna vida.

Como torre de marfil me sostienes en tus puras manos,
cuando caigo me levantas y consuelas con inefable ternura,
y siento un profundo recogimiento que crece con los años,
solo espero que cuando muera te ame con locura.

0 comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué piensas?